Poema El justiciero de José Antonio Ramos Sucre

El justiciero

de José Antonio Ramos Sucre

EL JUSTICIERO
    Yo era un prelado riguroso. Mi autoridad pesaba sincontemplaciones sobre un distrito fortificado. Mi palacio gobernaba elrío de la frontera, de cauce irregular, alterado por elprecipicio y la caverna. Mi estandarte, en figura de triángulo,mandaba con acento vigoroso el concierto de escarpas, reductos yatalayas.
    Yo quería imponer, en su significacióncabal, los dragantes de mi blasón.
    Me encarnizaba especialmente con los delitos decondescendencia y de flaqueza. Vivía sumido en laventilación del problema de la gracia y del albedrío, ysustraído al hechizo de la naturaleza sensible.
    Yo ordené el castigo inhumano delemparedamiento al saber el caso de una monja enamorada ypermanecí impasible a la súplica de sus deudosarrodillados.
    La infeliz se dirigió al sitio del suplicioal compás de una música sorda y llevando a la diestra elcirio de la penitencia.
    Yo me enfermé de un mal incurable al recibir,el día siguiente, la visita del progenitor de la víctima.El anciano había aprendido, en la compañía de lasaves, un arte afectuoso. Habitaba, hasta ese momento, en la linde deuna floresta, en la vecindad de los ruiseñores, y loshabía defendido de la saña innata del gavilán.
    Las aves le habían referido, en trinos ygorjeos, el cuento de esa vieja enemistad, notada, desde el alba de lahistoria, en más de una teogonía venerable.
    El anciano tañía el violón deun ángel filarmónico, visto por mí en unaminiatura alegórica del paraíso.
    Sus increpaciones, en el momento de alejarse, dieronal traste con mi severidad.


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