Poemas de Enrique Lihn

Enrique-Lihn
Nombre: Enrique Lihn
Nacimiento: Santiago, Chile 3 de septiembre de 1929
Muerte: Santiago, Chile 10 de julio de 1988
Nacionalidad: Chile
Biografía de Enrique Lihn

Poemas de Enrique Lihn



Poesías de Enrique Lihn preferidas de nuestros lectores


  • Pena de extrañamiento


  • No me voy de esta ciudad con la resignación de los visitantes entránsito
    Me dejo atar, fascinado por ella
    a los recuerdos del presente:
    cosas que no tuvieron, por definición, un futuro pero que,ciertamente, llegaron a envejecer, pues las dejo a sabiendas de queson, talvez, las últimas elaboraciones del deseo, los caprichoslábiles que preanuncian la vejez.

    En una barraca, cerca de Nueva York, el martillero liquidó elsaldo de su negocio un stock de fotografías antiguas
    ofreciéndolas a gritos en medio de la risotada de todos:
    "Antepasados instantáneos", por unos centavos
    Esos antepasados eran los míos, pues aunque los adquirí avil precio no tardaron, sin duda, en obligarme a la emoción anteel puente de Brooklyn
    como si Manhattan, que se enorgullece de volatilizar el pasado
    conservándolo en el modo de la instigación a desafiarlo
    fuera mi ciudad natal y yo el hijo de esos antiguos vecinos de los quela voz gutural hace irrisión, y el martillo.

    No me voy de esta ciudad sin haber amado aquí
    a la mujer que conocí y no conocí ni haber agotado lavida conyugal
    reflotando en el negocio de plantas o antigüedades.

    La isla dispone de fantasmas artificiales con que llenar los huecos dela contra-historia
    Ellos ocupan en la memoria, con la naturalidad que ésta seperite en relación a la nada
    el lugar de los verdaderos ausentes: caras que vi en las bouffoneriesdel Soho directement angeliques: esas muchachas caídas de laluna a la nieve
    vestidas de pierrot y sus acompañantes andróginos
    fueron y no fueron mis amigos de juventud
    Se congelan lágrimas que son de frío
    pero que memorizan, asimismo, a John Lennon
    Reconozco la nieve de antaño, que cae
    sobre Blecker Street en este día acrónico
    mientras se hace de noche a la velocidad simultánea del vuelo deun murciélago
    y pasan películas de mi tiempo en mi barrio.

    Como si me retuviera algún negocio en la ciudad
    veo a Cary Grant e Irene Dunne
    que acaban de morir en una vieja comedia
    víctimas del capricho de uno de los primeros automóvilesdeportivos (la máquina del glamour)
    Sigo sus apariciones y desapariciones
    una cita de Meliès en la magia blanca y sonora de Hollywood
    la sorpresa de esta pareja se espejea en ellos- los transparentes- porgracia del celuloide.

    Como mis propios fantasmas, esos figurines inverosímiles
    evocan, de manera en sí misma realista, alguna épocaacrónica de lo imaginario
    Son los antepasados instantáneos de los deseos que provocan
    en la inocencia total de sus reencarnaciones o desplazamientos
    desde su absoluta lejanía en blanco y negro
    El beso final no ocurre en la pantalla
    sino entre la pantalla y la media luz de la sala
    un corte insubsanable en que se juntan y se besan el presente y elpasado: labios incompatibles que ninguna comedia puede reunir.

    Lo que me ata a la ciudad es todavía más irreal que esebeso blanco, que connota glamour, escrito en la luz centelleante
    (el placer del ojo en el paraíso de la visión artificial)
    Haciendo el reconocimiento de cómo es lo que no es hic el nunc,en el Blecker Cinema
    Esta ciudad no existe para mí y yo no existo para ella
    allí, en ese punto en que los tiempos convergen bajo la especiede la Duración
    Existe para mí, en cambio, en la medida en que logrodestemporizarla desalojarla
    por unos contrasegundos, de la convención que marca el reloj
    con sus pasitos de gato en la rutina del living
    Trabajo que Hércules no se soñaba en franca competenciacon la Meditación Trascendental
    Si yo lo consiguiera, sentiría apoyarse desaprensivamente en mibrazo (el de Cary Grant) la mano enguantada
    pronta a desaparecer, de una muerta: Irene Dunne
    frisson nouveau y entre la pantalla y la media luz de la sala
    (borrado ya del tiempo el día de mi partida: dos de enero de milnovecientos ochenta y uno)
    Se tocarían (no) como para cualesquiera de los espectadores
    gatos descongelados en el invierno de Nueva York
    pasado, presente y futuro
    en una unidad de medida que reúna esos tiempos incompatiblespara ellos y para mí, pero no para ellos: los veros vecinos deWashington Square.
    A diferencia mía ellos permanecerán, de hecho, en laciudad, con el aval de sus antepasados a quienes, a lo mejor, pusieronen subasta por unos centavos
    y que yo mismo adquirí en una barraca.

    De una memoria de la que mi memoria se hace cargo
    en la borrada fecha del dos de enero, mi cuerpo tomará elavión para hacer, en los meros hechos, de algunas calles cuyosnombres ya no recuerdo
    y de ciertos rincones que nadie volverá a ver
    recuerdos sin objeto ni sujeto
    Eso en lo que concierte a mi cuerpo, mientras el invisible ciudadano deesos rincones y esas calles
    tan innotorio como lo son, al fin y al cabo, entre sí
    diez millones de habitantes
    seguirá aquí, delegado por la memoria
    que llega a la aberración y toma entonces
    no sólo la forma de mi sombra:
    mi existencia hecha de algo que se le parezca
    Ese doble abrirá en mí un hueco que yo mismo nopodría llenar con las anotaciones de mi diarios de viajes
    No me proporcionará los estímulos a los que necesiteresponder cuando me pregunten en mi pueblo por la Megalópolis
    Vivirá en mí de ella, simplemente, como el huéspeddel mesonero coadyuvando a que mi vida sea
    una versión del discours sur le peu de realité
    Porque la realidad estará allí donde ese parásitodel ser se pasee gozando de su inanidad
    en tanto miseria sonora de estos versos y más allá dellenguaje y de la vida que me sustraiga mañana cuando como uncuerpo sin la mitad de su alma
    despojado del terror que fascina, habite
    en cualesquiera de esas medio-ciudades, defectuosas copias de Manhattany, por lo tanto, ruinas -nuestros nidos- antes, después ydurante su construcción algunos de mis puntos de destino cuandome vaya y no me vaya de aquí.

  • Jonás


  • Todo lo podría condenar igualmente, no se me pregunte en nombrede qué.
    En nombre de Isaías, el profeta, pero con el grotesco gestoinconcluso de su colega Jonás
    que nunca llegó a cumplir su pequeña comisiónsujeto a los altos y bajos
    del bien y del mal, a las variables circunstancias históricas
    que lo hundieron en la incertidumbre de un vientre de ballena.
    Como Jonás, el bufón del cielo, siempre obstinado encumplir su pequeña comisión, el porta-documentosincendiario bajo la axila sudorosa, el paraguas raido a modo depararrayos.
    Y la incertidumbre de Jehová sobre él, indeciso entre elperdón y la cólera, tomándolo yarrojándolo, a ese viejo instrumento de utilidad dudosa
    caído, por fin, en definitivo desuso.

    Yo también terminaré mis días bajo un árbol
    pero como esos viejos vagabundos ebrios que abominan de todo por igual,no me pregunten
    nada, yo sólo sé que seremos destruidos.
    Veo a ciegas la mano del señor cuyo nombre no recuerdo,
    los frágiles dedos torpemente crispados. Otra cosa, de nuevo,que nada tiene que ver. Recuerdo algo así como.. .
    no, no era más que eso. Una ocurrencia, lo mismo da. Ya nosé a dónde voy otra vez.
    Asísteme señor en tu abandono.