Poema A Carmelina de Manuel de Zequeira

A Carmelina

de Manuel de Zequeira


Con la sonora trompa
De caliope divina,
Cantaba yo de Aquiles
Las bélicas conquistas:

El furor de los griegos,
Las fúnebres cenizas
Del Ilion, y la suerte
De Andrómaca afligida.

Tan hórridos acentos
Los ecos repetían,
Cuando un pasmo amoroso
Dejó mi sangre tibia;

Poco a poco el aliento
De mí se despedía,
Negándose la trompa
Al soplo que la anima.

Perdí en fin los compases,
Creció más mi fatiga;
Hasta que vino Erato
Cediéndome su lira:

"Canta, me dijo, toca
En ésta, que yo misma
Te animaré si cantas
La dulce Carmelina:

No cantes de Belona,
Ni de Marte las iras;
Canta, sí, las de Venus
Y de tu amor reliquias".

Yo tomé el instrumento,
Y a tiempo que la ninfa
Me dictaba los sones
En las cuerdas divinas.

Entonces se aparece
La tierna Carmelina,
Circundada de amores,
De gracias y de risas.

Y al verla, de las manos
Se desprendió mi lira,
Quedándose suspensa,
Erato, y yo sin vida.


A LA MISMA

En un prado a la sombra
Donde la primavera,
A las rosas y lirios,
Les daba vida nueva,

Mi Carmelina estaba
Divertida una siesta,
Difundiendo en los aires
Fragancias de Amaltea:

Formando caracoles
Susurraba una abeja,
La flor examinando
Que mas jugo tuviera:

Cesó por fin su vuelo,
Y en las mejillas tiernas
De Carmelina, ansiosa
Chupó las azucenas;

Batió después sus alas,
Volvió a girar contenta,
Sintió el veneno dulce
Y reventó la fiera.




Analizar métrica y rima de A Carmelina