Poema Amor de Federico García Lorca

Amor

de Federico García Lorca


Cancioncilla del primer deseo

   En la mañana verde,
quería ser corazón.
Corazón.

   Y en la tarde madura
quería ser ruiseñor.
Ruiseñor.

   (Alma,
ponte color de naranja.
Alma,
ponte color de amor.)

   En la mañana viva,
yo quería ser yo.
Corazón.

   Y en la tarde caída
quería ser mi voz.
Ruiseñor.

   ¡Alma,
ponte color naranja!
¡Alma,
ponte color de amor!

En el Instituto y en la Universidad

   La primera vez
no te conocí.
La segunda, sí.

   Dime
si el aire te lo dice.

   Mañanita fría
yo me puse triste,
y luego me entraron
ganas de reírme.

   No te conocí.
Sí me conociste.
Sí te conocí.
No me conociste.

   Ahora entre los dos
se alarga impasible,
un mes, como un
biombo de días grises.

   La primera vez
no te conocí.
La segunda, sí.

Madrigalillo

   Cuatro granados
tiene tu huerto.

   (Toma mi corazón
nuevo.)

   Cuatro cipreses
tendrá tu huerto.

   (Toma mi corazón
viejo.)

   Sol y luna.
Luego...
¡ni corazón,
ni huerto!

Eco

   Ya se ha abierto
la flor de la aurora.

   (¿Recuerdas
el fondo de la tarde?)

   El nardo de la luna
derrama su olor frío.

   (¿Recuerdas
la mirada de agosto?)

Idilio
A Enrique Durán

   Tú querías que yo te dijera
el secreto de la primavera.

   Y yo soy para el secreto
lo mismo que es el abeto.

   Árbol cuyos mil deditos
señalan mil caminitos.

   Nunca te diré, amor mío,
por qué corre lento el río.

   Pero pondré en mi voz estancada
el cielo ceniza de tu mirada.

   ¡Dame vueltas, morenita!
Ten cuidado con mis hojitas.

   Dame más vueltas alrededor,
jugando a la noria del amor.

   ¡Ay! No puedo decirte, aunque quisiera,
el secreto de la primavera.

Narciso

   Narciso.
Tu olor.
Y el fondo del río.

   Quiero quedarme a tu vera.
Flor del amor.
Narciso.

   Por tus blancos ojos cruzan
ondas y peces dormidos.
Pájaros y mariposas
japonizan en los míos.

   Tú diminuto y yo grande.
Flor del amor.
Narciso.

   Las ranas, ¡qué listas son!
Pero no dejan tranquilo
el espejo en que se miran
tu delirio y mi delirio.

   Narciso.
Mi dolor.
Y mi dolor mismo.

Granada y 1850

   Desde mi cuarto
oigo el surtidor.

   Un dedo de la parra
y un rayo de sol,
señalan hacia el sitio
de mi corazón.

   Por el aire de agosto
se van las nubes. Yo,
sueño que no sueño
dentro del surtidor.

Preludio

   Las alamedas se van,
pero dejan su reflejo.

   Las alamedas se van.
pero nos dejan el viento.

   El viento está amortajado
a lo largo bajo el cielo.

   Pero ha dejado flotando
sobre los ríos, sus ecos.

   El mundo de las luciérnagas
ha invadido mis recuerdos.

   Y un corazón diminuto
me va brotando en los dedos.

Sobre el cielo verde

   Sobre el cielo verde,
un lucero verde,
¿qué ha de hacer, amor,
¡ay!,sino perderse?

   Las torres fundidas
con la niebla fría,
¿cómo han de mirarnos
con sus ventanitas?

   Cien luceros verdes
sobre un cielo verde,
no ven a cien torres
blancas, en la nieve.

   Y esta angustia mía
para hacerla viva,
he de decorarla
con rojas sonrisas.

Soneto

   Largo espectro de plata conmovida
el viento de la noche suspirando,
abrió con mano gris mi vieja herida
y se alejó; yo estaba deseando.

   Llaga de amor que me dará la vida
perpetua sangre y pura luz brotando.
Grieta en que Filomena enmudecida
tendrá bosque, dolor y nido blando.

   ¡Ay, qué dulce rumor en mi cabeza!
Me tenderé junto a la flor sencilla
donde flota sin alma tu belleza.

   Y el agua errante se pondrá amarilla,
mientras corre mi sangre en la maleza
olorosa y mojada de la orilla.



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