El peregrino de la fe
de José Antonio Ramos Sucre
EL PEREGRINO DE LA FE
Yo gustaba de perderme en la isla pobre, ajena delcamino usual. Descansaba en los cementerios inundados de floressilvestres, en el ámbito de las iglesias de madera.
Mi pensamiento se desvanecía a la vista delcielo de ámbar y una serranía azul.
Yo rompía al azar la flora voluble de losprados. El iris mágico de una columna de agua aturdía laserie de mis caballos imprudentes.
El sol fortuito invertía las horas de lavigilia y del sueño, presidiendo el fausto de una latitudexcéntrica.
Los ríos verdes ocupaban un cauce de cenizas.Merecían el privilegio de llevar al océano elataúd de una virgen desconsolada.
Yo recliné la cabeza en una piedra,compadeciendo la frente proscrita de Jesús, y dormí enuna colina sobria, en donde crecía una maleza perfumada, cercadel blando tapiz del mar.
Yo disfruté, en el curso de la nocheplácida, las visiones reservadas a Parsifal y recibí,antes del alba, el mandamiento de alejarme del silencio.
Un prócer de la corte celeste, favorecido conel semblante y la sabiduría de un San Jerónimo, meesperaba a breve distancia en el barco del pasaje y lo dirigiócon la voz.
Yo gustaba de perderme en la isla pobre, ajena delcamino usual. Descansaba en los cementerios inundados de floressilvestres, en el ámbito de las iglesias de madera.
Mi pensamiento se desvanecía a la vista delcielo de ámbar y una serranía azul.
Yo rompía al azar la flora voluble de losprados. El iris mágico de una columna de agua aturdía laserie de mis caballos imprudentes.
El sol fortuito invertía las horas de lavigilia y del sueño, presidiendo el fausto de una latitudexcéntrica.
Los ríos verdes ocupaban un cauce de cenizas.Merecían el privilegio de llevar al océano elataúd de una virgen desconsolada.
Yo recliné la cabeza en una piedra,compadeciendo la frente proscrita de Jesús, y dormí enuna colina sobria, en donde crecía una maleza perfumada, cercadel blando tapiz del mar.
Yo disfruté, en el curso de la nocheplácida, las visiones reservadas a Parsifal y recibí,antes del alba, el mandamiento de alejarme del silencio.
Un prócer de la corte celeste, favorecido conel semblante y la sabiduría de un San Jerónimo, meesperaba a breve distancia en el barco del pasaje y lo dirigiócon la voz.
