Poema del espejo
de José Ángel Buesa
I
Déjame ser tu espejo... te supliqué aquel día.
Recuerdo que tu mano se estremeció en la mía.
Yo, que envidio tu espejo, quiero saber qué sientes
al copiar en la alcoba tu cuerpo adolescente...
(detrás de los almendros, casi del fondo
del mar surgió la luna, con su espejo redondo...)
II
Te vi de pie en la sombra. Junto al lecho vacío
se oyó un rumor de sedas, como el rumor de un río.
Y yo, como el espejo de aquella alcoba oscura,
yo, allí, solo contigo, reflejé tu hermosura.
Fue un instante, en la sombra. No sé bien todavía,
si eras tú, si fue un sueño o una flor que seabría.
III
Muchacha de la noche de un día diferente:
yo no envidio tu espejo, ya sé que nada siente.
Ya sé que te duplica sin comprender siquiera
que eres mujer hermosa como la primavera;
pues, si lo comprendiera, saltaría en pedazos,
por el ansia imposible de tenderte los brazos.
Déjame ser tu espejo... te supliqué aquel día.
Recuerdo que tu mano se estremeció en la mía.
Yo, que envidio tu espejo, quiero saber qué sientes
al copiar en la alcoba tu cuerpo adolescente...
(detrás de los almendros, casi del fondo
del mar surgió la luna, con su espejo redondo...)
II
Te vi de pie en la sombra. Junto al lecho vacío
se oyó un rumor de sedas, como el rumor de un río.
Y yo, como el espejo de aquella alcoba oscura,
yo, allí, solo contigo, reflejé tu hermosura.
Fue un instante, en la sombra. No sé bien todavía,
si eras tú, si fue un sueño o una flor que seabría.
III
Muchacha de la noche de un día diferente:
yo no envidio tu espejo, ya sé que nada siente.
Ya sé que te duplica sin comprender siquiera
que eres mujer hermosa como la primavera;
pues, si lo comprendiera, saltaría en pedazos,
por el ansia imposible de tenderte los brazos.
