La guarida del amor
de Juan Bautista Arriaza
Amor, como se vio desnudo y ciego,
pasando entre las gentes mil sonrojos,
pensó en buscar unos hermosos ojos
donde vivir oculto y con sosiego.
¡Ay, Silvia!, vio los tuyos, vio aquel fuego
que rinde a tu beldad tantos despojos,
y hallando satisfechos sus antojos
en ellos parte a refugiarse, luego.
¡Qué extraño ver a tantos corazones
rendir, bien mío, los soberbios cuellos
y el yugo recibir que tú le pones!
Si a más de que esos ojos son tan bellos
está todo el amor con sus traiciones
haciéndonos la guerra dentro de ellos.
